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dimecres

CATHOLIC PRIEST AND RABBI


A catholic priest and a rabbi find themselves sitting next to each other on a long journey, and so after some hesitation start to talk to each other.

After discussing the weather and the cricket, the priest turns to the rabbi and says that he thought it was rather strange that the rabbi was not allowed to eat pork, and asked him whether he ever had.

The rabbi replied, "Well, when I was a small boy, I did in fact taste a small piece of bacon."

"What was it like?" asked the priest.

The rabbi replied: "Not nearly as good as sex."

dijous

NO COMMENT



Cada vez que doy un paseo veo más tiendas cerradas. Algunas, las de toda la vida, habían sobrevivido a guerras y conmociones diversas. Eran parte del paisaje. De pronto, el escaparate vacío, el rótulo desaparecido de la fachada, me dejan aturdido, como ocurre con las muertes súbitas o las desgracias inesperadas. Es una sensación de pérdida irreparable, aunque sólo haya echado vistazos al escaparate, sin entrar nunca. Otras de esas tiendas son negocios recientes: comercios abiertos hace un par de años, e incluso pocos meses; primero, los trabajos que precedían a la apertura, y después la inauguración, todo flamante, dueños y dependientes a la expectativa, esperanzados. Ahora paso por delante y advierto que los cristales están cubiertos y la puerta cerrada. Y me estremezco contagiado de la desilusión, la derrota que trasmite ese triste cristal pegado al cristal con las palabras se alquila o se traspasa.

En lo que va de año, la relación es como de una lista de bajas después de un combate sangriento. Entre las que conozco hay una parafarmacia, dos tiendas de complementos, una de música clásica, una estupenda tienda de vinos, una ferretería, una tienda de historietas, tres de regalos, dos de muebles, cuatro anticuarios, una librería, dos buenas panaderías, una galería de arte, una sombrerería, una mercería e innumerables tiendas de ropa. También -ésa fue un golpe duro, por lo simbólico- una juguetería grande y bien surtida. Me gustaba entrar en ella, recobrando la vieja sensación que, quienes fuimos niños cuando no había televisión, ni videoconsola, ni nos habíamos vuelto todos -críos incluidos- completamente cibergilipollas, conservamos del tiempo en que una juguetería con sus muñecas, trenes, soldados, escopetas, cocinitas, caballos de cartón, disfraces de torero y juegos reunidos Geyper, era el lugar más fascinante del mundo.

Ahora hablamos de crisis cada día. Hasta los putos políticos y las putas políticas, que no es lo mismo que políticas putas, ahórrenme las putas cartas, lo hacen con la misma impavidez con que antes afirmaban lo contrario. En todo caso, una cosa es manejar estadísticas; y otra, pisar la calle y haber conocido esas tiendas una por una, recordando los rostros de propietarios y dependientes, su desasosiego en los últimos tiempos, la esperanza, menor cada día, de que alguien se parase ante el escaparate, se animara y entrase a comprar, sabiendo que de ese acto dependían el bienestar, el futuro, la familia. Haber presenciado tanta angustia diaria, la ausencia de clientes, el miedo a que tal o cual crédito no llegara, o a no tener con qué pagarlo. El saberse condenados y sin esperanza mientras, en las tiendas desiertas que con tanta ilusión abrieron, languidecían su trabajo y sus ahorros. Morían tantos sueños.

Eso es lo peor, a mi juicio... Lo imperdonable. Todas esas ilusiones deshechas, trituradas por políticos golfos y sindicalistas sobornados que todavía hablan de clase empresarial como si todos los empresarios españoles tuvieran yate en Cerdeña y cuenta en las islas Caimán. Ignorando las ilusiones deshechas de tanta gente con ideas y fuerza, que arriesgó, peleó para salir adelante, y se vio arrastrada sin remedio por la tragedia económica de los últimos tiempos y también por la irresponsabilidad criminal de quienes tuvieron la obligación de prevenirlo y no quisieron, y ahora tienen el deber de solucionarlo, pero ni pueden ni saben. De esa gentuza encantada consigo misma que no sólo carece de eficacia y voluntad, sino que sigue impasible como don Tancredo, procurando ni parpadear ante los cuernos del toro que corretea llevándose a todo cristo por delante. Un Gobierno cínico, demagogo, embustero hasta el disparate. Sentenciándonos, entre unos y otros, a ser un país sin tejido industrial ni empresarial, sin clase media, condenado al dinero negro, al subsidio laboral con trabajo paralelo encubierto y a la economía clandestina. Con mucho Berlusconi en el horizonte. Un rebaño analfabeto, sumiso, de albañiles, putas y camareros, donde los únicos que de verdad van a estar a gusto, sinvergüenzas aparte, serán los jubilados guiris, los mafiosos nacionales e importados, y los hooligans de viaje y tres noches de hotel, borrachera y vómito incluidos, por veinticinco euros. Para entonces, los responsables del desastre se habrán retirado confortablemente al cobijo de sus partidos, de sus varios sueldos oficiales, de sus pingües jubilaciones por los servicios prestados a sí mismos. A dar conferencias a Nueva York sobre cómo nos reventaron a todos, dejando el paisaje lleno de tiendas cerradas y de vidas con el rótulo se traspasa. Así que malditos sean su sangre y todos sus muertos. En otros tiempos, al menos tenías la esperanza de verlos colgados de una farola.

Arturo Pérez Reverte en El Semanal


dissabte

SEYERAIRAMANA


I was very young when I decided leaving my parents' to join my partner. We were few older than twenty. We both came from families where "mum" cooked and made up meals for everybody at home. Therefore, neither my husband nor me had never cooked (nor made full the fridge… and so on). Nevertheless, we had to manage to have four or five meals every day.

However, it was not the only trouble. There were some differences between us: I ate to live but he lived to eat; I had ever eaten Andalusian cooking, while my partner had been having Catalan one. Nevertheless, we both preferred eating in than out (then good restaurants were too expensive for us!).

After months having some more meals at parents' and the in-laws', where we were learning different ways of cooking, our first child arrived. Then we decided it was just the moment to really cook. I went to a course about healthy food, which let me know many truths and myths about healthy diets. At the time, my husband became a fan from Arguiñano, who just was starting in TV. It was the beginning of enjoying eating at home.

With all these "ingredients”, we've made up our own "cuisine": a Mediterranean diet that is over all very varied. All kind of food, variety of cooking (boiled, baked, grilled and fewer times fried, mixing Andalusian and Catalan habits) and an important bit of creativity (a wide range of salads with assorted dressing, some drops of honey over fried cod, meat coupled with cherries, or prawns with peaches or figs with Spanish ham and so on). Moreover, when we go eating out (now we can blow the expense), we often taste new dishes and have typical food in foreign countries. We have discovered loving the culture of food and how enjoy eating healthy.


dimecres

ECONOMIA


An economist is someone who gets rich explaining to others why they are poor.


dimarts

EMPATÍA