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ALFONSO USÍA EN LA RAZÓN


Siento un gran respeto por los homosexuales de Zimbabue.

Uno de los motivos de mayor preocupación entre los españoles, más que el paro, el terrorismo, la crisis económica, el embarazo de la nuera de la baronesa Thyssen y la libertad de elección en la educación de los niños, es sin duda la situación por la que atraviesan los maricas en Zimbabue.

Y el Ministerio de Asuntos Exteriores, cristal y espejo de las angustias de nuestra sociedad, ha reaccionado de forma admirable, concediendo a los homosexuales de aquel atribulado país la ayuda más cuantiosa de cuantas reparte tanto por España como por el extranjero.

A la Fundación Miguel Ángel Blanco, cuyo único objetivo es la defensa de los derechos humanos, la libertad y la convivencia pacífica de ideas y proyectos, Moratinos le ha donado veinte mil euros.

Casi nueve mil más, en concreto, veintiocho mil ochocientos diez euros, a la asociación «Gays and Lesbians of Zimbabwe», gesto que nos ha tranquilizado a todos los españoles.

Pero no sería sincero si esa generosidad para con los truchones y tortis de Zimbabue pudiera interpretarse como un agravio comparativo –yo así lo interpreto, muy respetuosamente– con los homosexuales de Gabón, o de Sierra Leona, o de Swazilandia.

Con lo que roba el actual presidente de Zimbabue, bien podría dedicar una mínima parte de lo que hurta a su pueblo para agasajar con treinta mil euros a sus perdedores de aceite, y dejar libres las manos a Moratinos para que ese dinero se posara en los maricas de Gabón, que no tienen quién les escriba.

Porque la asociación «Gays and Lesbians of Gabon» no es menos que la «Gays and Lesbians of Zimbabwe», y ahí, permítanme el mal pensamiento, creo que ha intervenido Zerolo, que conoce mejor los tornatrás de Zimbabue que de Gabón, cuando en Gabón hay los mismos maricas de toda la vida que en Zimbabue, Noruega, Alaska o España, cada especie, eso sí, ajustada a sus costumbres, climas y folclores, porque un maricón de Alaska y otro de Zimbabue no se parecen en nada, ni en el rececho ni en la culminación.

Puestos a repartir dinero, y con mis renovados respetos por los maricas de Zimbabue, el señor Moratinos podía haber pensado que más merecen esos miles de euros los de Moratalaz, San Feliú de Guixols, Rentería o Mazarrón, sin olvidar a los que veranean en Benidorm, que son más que los de Zimbabue y no les vienen mal las ayuditas.

Porque de subvencionar a los de Zimbabue, habría que hacerlo con todos, homosexuales y heterosexuales, que viven bajo la bota tirana de un cabrón con pintas que no se detiene a pensar si al zimbabués que asesina le gusta Motongo o Motonga, porque los mata de la misma manera, es decir, con entusiasmo.

Si España, la de los brotes verdes que no aparecen por ninguna parte, se dedica a financiar los brotes rosas de naciones como Zimbabue, apaga y vámonos. Vámonos todos a Zimbabue, digo, que algo podremos recuperar de lo que pagamos para que nuestros gobernantes hagan el gilipollas con nuestro dinero.

Y de aceptar que lo hagan, que al menos nos consulten. Mi preferencia se inclina por Gabón, que está lleno de homosexuales tan dignos como los de Zimbabue, y con más sentido del humor y de la gratitud.

Y a la Fundación Miguel Ángel Blanco que la zurzan. Al fin y al cabo, era un concejal del Partido Popular.